Cuando era pibe, 16 o 17 años, escribí un cuento que nunca publique y que quizás nunca terminé (no lo recuerdo concretamente) se llamaba "El día que Videla murió" en ese cuento 2 hombres de la edad que ahora tengo (37) miraban desde un bar el muro que rodea Chacarita mientras toman algo y fuman (aun se podía fumar en los bares). Los 2 son íntimos amigos y uno solo quiere que llegue la noche, saltar el paredón e ir a mearse en la tumba de Videla; mientras el otro que no entiende nada pero que si entiende que su mejor amigo sufre en silencio hace mucho, tan solo quiere disuadirlo de colarse en el cementerio. El cuento transcurría desde la mañana hasta pasada la medianoche entre diálogos de alguien que sufrió el desarraigo, la ausencia de seres queridos y suicidios de compañeros y del otro lado un amigo de barrio que no padeció ninguno de esos giros del destino. Recuerdo que hay mucha cerveza en este cuento así como también hay mucha oscuridad. En aquella época aun me embargaba una profunda tristeza porque los asesinos andaban dando vueltas por ahí como si nada hubiera pasado y recordando los diálogos (muy adolescentes por otra parte) veo que había mucho de resentimiento o de rencor y mucho de los 90 en ese relato. Siento que había mucha desesperanza y como una suerte de resignación d mi parte. Hoy me encuentro con que aquel cuento ya no es ficción y que este tipo se murió, preso y con el Peronismo en el poder y yo mas grande y menos idealista me regocijo no con su muerte sino con el hecho de que el futuro cambia, muta y es impredecible. Hoy esa sensación que me envuelve esta lejos de aquel frio de ese bar y esta mas cerca de la sensación confortable que te da la justicia.
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