Los chacales están contentos y aúllan.
Aúllan a la luna que los ve contentos.
Contentos porque la presa se desangra,
las fuerzas la abandonan, sus patas trastabillan,
Se quiebran bajo su peso… cae.
Sola y herida en el medio del bosque, sus
astas orgullosas, desafiantes se niegan a claudicar,
rasgan la noche buscando algo de que asirse.
Nada hay.
Nadie queda.
Pero todos miran y saben.
Los chacales no tienen prisa,
se regodean de su sufrimiento,
eso los alimenta.
Pero el festín no es completo,
Se detienen y olfatean la noche.
La brisa no trae el dulce miedo.
Gallarda, la presa busca reincorporarse.
Los chacales se miran y sonríen,
sus colmillos resplandecen.
“Siempre luchan” -parecen decir-
“Siempre caen”
Emergen de sus cubiles
y transitan con sus hocicos pegados
la alfombra roja que mana de tu cuello.
Ebrios.
Excitados.
Te rodean y no dicen nada.
Te ven morir,
en silencio
Sin pedir ayuda.
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