Serial
Las razones nunca fueron suficientes para él, solo había pasado. Así rápido como sucede siempre, en un momento uno esta tomando una gaseosa hablando sobre un actor cualquiera de una serie intrascendente y en el momento siguiente ella se desangra en entrecortadas convulsiones cada vez mas espaciadas hasta que al cabo de unos cuantos minutos lo único que se mueve es una pierna casi eléctricamente como si alguien le estuviera dando algún tipo de electroshock. Ahí va... nada... de vuelta... ahí va... nada... otra vez.
Ni sabe como llego el cuchillo a su pecho, no se cuanto mas podría seguir mirándola, quizás todo el día, quizás varios días, ¿podría mirarla cuando el cuerpo comience a apestar? Mientras tanto una mancha carmesí, oscura, densa se va alargando comiendo a su camino cada una de las baldosas blancas de la cocina, rápidamente primero, mas lento después ¿hasta donde llegara? ¿cubrirá su zapato? No sabe si moverlo o no para ver que sucede después, así que no hace nada.
La mira, sabe que la ama... pero es mas fácil verla morir que decírselo. Decir la verdad lo que uno siente es difícil, no sabe si es difícil para todos o es difícil para el nada mas.
Su piel en lugar de ser cada vez mas blanca se esta poniendo rosada, nunca pensó que la muerte te pudiera devolver el rubor, su educación le decía que la muerte era el fin de la carne, el final del camino como si el cuerpo no fuera lo suficientemente digno para afrontar lo que venia a partir de aquí y a pesar de eso se sorprenda por que el adiós entre cuerpo y alma fuera así, tan intimo, un rubor de separación, una despedida tímida sensible como la de 2 novios que se separan por primera vez. El río carmesí se había detenido justo a milímetros de sus zapatos como una especie de represa de goma negra frente a un lago de melaza bermellón, ya no avanzaba ahora se ensanchaba a derecha e izquierda con el mismo paulatino movimiento devorador del que come porque tiene que comer, cansinamente poco a poco haciendo desaparecer el blanco del piso. En cierta medida es correcto que la sangre se detenga antes de llegar a la suela de sus zapatos, algo tan puro, que vez la luz, que fluye libre y espontáneamente por primera vez desde tanto tiempo no debería mezclarse con algo tan frió e inmaterial como una suela de zapato. Y por algún momento se da cuenta de que el no es el único que sabe, el único que cree esto, el cuerpo ruborizado también lo sabe. El silencio es cómodo, confortable, lo envuelve y el se deja rodear sabedor de que este instante esta predestinado a desaparecer, que no durara por siempre, que en algún momento cada vez mas cercano el fin de la comodidad se presentará y que ese momento este instante mágico, perfecto se perderá bajo los gritos y las sirenas, que el cuadro, el cuerpo, el lago de sangre están predestinados a no ser entendidos... es por ello que se deja acariciar por el silencio por el calor que desprende el rubor de ese cuerpo, calor que hace que el frió de la cocina desaparezca. Saborea el instante, lo paladea como quien ve una obra de arte por primera vez, como quien termina una novela porque es ahí en esos 5, 10 minutos posteriores a la conclusión se condesa el todo del hecho, solo ahí las experiencias, las opiniones, el saber adquiere su verdadero ser, solo ahí en ese minucioso disfrute cada personaje, cada acto, cada frase cobra finalmente valor, un valor hecho a medida del que se lo otorga. Misterioso fervor que aceptamos como fanáticos acólitos que no cuestionan sino aceptan. Y ese es el instante el segundo que acapara todos los segundos, el momento que condensa todos los momentos, ese es el instante que aun breve y fugaz esta condenado a perdurara en el tiempo a amalgamarse a otra serie de momentos similares a los largo de la eternidad. Es aquí que encuentra finalmente lo que buscaba, se parte de algo, de algo mas grande que él; cierra los ojos paladea el momento, el éxtasis del instante, sabe que si mirara la agujas de su reloj el segundero estaría detenido porque solo aquí y ahora el tiempo no importa. No sabe si llorar, no recuerda haber llorado por felicidad así que no llora. ¿Puede el silencio condensarse? En este instante, ahora, eso parece posible el silencio se condensa en este ambiente, en este cuarto en particular quizás sea esa condensación la que impide que el calor abandone el cuerpo, la que lo dota del rubor la que da lugar a la despedida de la sustancia de lo material. El rubor llega a su cenit y ahí en su momento mas rutilante, mas maravilloso comienza también su decadencia ¿hay algo mas magnifico que la belleza predestinada a desaparecer? Siempre se podrá volver a ver un cuadro o una película. Releer un libro. Pero este segundo de esplendor, este cuerpo en el pináculo de su despedida, este instante justo, sin sobrantes que en su mismo devenir desaparece para quedar solo condensado en el residuo de un recuerdo, este ultimo momento que vivirá lo que viva nuestra memoria es la razón de la belleza, porque es belleza Per se. Una belleza viva y muerta, un instante que condenado, fugaz, predestinado al fin, brillara sin mas luz que la propia el tiempo que dure su candor. No sabe si llorar, no lo hace el momento a pasado ya. No toca nada (aunque lo desea) apenas le corre el pelo de la cara el rubor ya no esta, abandona la escena cabizbajo desde aquella primera vez ya van 5 y aquel primer rubor sigue sin repetirse, sabe que jamás volverá pero esta condenado a morir en el intento al menos hasta que lo atrapen.
Las razones nunca fueron suficientes para él, solo había pasado. Así rápido como sucede siempre, en un momento uno esta tomando una gaseosa hablando sobre un actor cualquiera de una serie intrascendente y en el momento siguiente ella se desangra en entrecortadas convulsiones cada vez mas espaciadas hasta que al cabo de unos cuantos minutos lo único que se mueve es una pierna casi eléctricamente como si alguien le estuviera dando algún tipo de electroshock. Ahí va... nada... de vuelta... ahí va... nada... otra vez.
Ni sabe como llego el cuchillo a su pecho, no se cuanto mas podría seguir mirándola, quizás todo el día, quizás varios días, ¿podría mirarla cuando el cuerpo comience a apestar? Mientras tanto una mancha carmesí, oscura, densa se va alargando comiendo a su camino cada una de las baldosas blancas de la cocina, rápidamente primero, mas lento después ¿hasta donde llegara? ¿cubrirá su zapato? No sabe si moverlo o no para ver que sucede después, así que no hace nada.
La mira, sabe que la ama... pero es mas fácil verla morir que decírselo. Decir la verdad lo que uno siente es difícil, no sabe si es difícil para todos o es difícil para el nada mas.
Su piel en lugar de ser cada vez mas blanca se esta poniendo rosada, nunca pensó que la muerte te pudiera devolver el rubor, su educación le decía que la muerte era el fin de la carne, el final del camino como si el cuerpo no fuera lo suficientemente digno para afrontar lo que venia a partir de aquí y a pesar de eso se sorprenda por que el adiós entre cuerpo y alma fuera así, tan intimo, un rubor de separación, una despedida tímida sensible como la de 2 novios que se separan por primera vez. El río carmesí se había detenido justo a milímetros de sus zapatos como una especie de represa de goma negra frente a un lago de melaza bermellón, ya no avanzaba ahora se ensanchaba a derecha e izquierda con el mismo paulatino movimiento devorador del que come porque tiene que comer, cansinamente poco a poco haciendo desaparecer el blanco del piso. En cierta medida es correcto que la sangre se detenga antes de llegar a la suela de sus zapatos, algo tan puro, que vez la luz, que fluye libre y espontáneamente por primera vez desde tanto tiempo no debería mezclarse con algo tan frió e inmaterial como una suela de zapato. Y por algún momento se da cuenta de que el no es el único que sabe, el único que cree esto, el cuerpo ruborizado también lo sabe. El silencio es cómodo, confortable, lo envuelve y el se deja rodear sabedor de que este instante esta predestinado a desaparecer, que no durara por siempre, que en algún momento cada vez mas cercano el fin de la comodidad se presentará y que ese momento este instante mágico, perfecto se perderá bajo los gritos y las sirenas, que el cuadro, el cuerpo, el lago de sangre están predestinados a no ser entendidos... es por ello que se deja acariciar por el silencio por el calor que desprende el rubor de ese cuerpo, calor que hace que el frió de la cocina desaparezca. Saborea el instante, lo paladea como quien ve una obra de arte por primera vez, como quien termina una novela porque es ahí en esos 5, 10 minutos posteriores a la conclusión se condesa el todo del hecho, solo ahí las experiencias, las opiniones, el saber adquiere su verdadero ser, solo ahí en ese minucioso disfrute cada personaje, cada acto, cada frase cobra finalmente valor, un valor hecho a medida del que se lo otorga. Misterioso fervor que aceptamos como fanáticos acólitos que no cuestionan sino aceptan. Y ese es el instante el segundo que acapara todos los segundos, el momento que condensa todos los momentos, ese es el instante que aun breve y fugaz esta condenado a perdurara en el tiempo a amalgamarse a otra serie de momentos similares a los largo de la eternidad. Es aquí que encuentra finalmente lo que buscaba, se parte de algo, de algo mas grande que él; cierra los ojos paladea el momento, el éxtasis del instante, sabe que si mirara la agujas de su reloj el segundero estaría detenido porque solo aquí y ahora el tiempo no importa. No sabe si llorar, no recuerda haber llorado por felicidad así que no llora. ¿Puede el silencio condensarse? En este instante, ahora, eso parece posible el silencio se condensa en este ambiente, en este cuarto en particular quizás sea esa condensación la que impide que el calor abandone el cuerpo, la que lo dota del rubor la que da lugar a la despedida de la sustancia de lo material. El rubor llega a su cenit y ahí en su momento mas rutilante, mas maravilloso comienza también su decadencia ¿hay algo mas magnifico que la belleza predestinada a desaparecer? Siempre se podrá volver a ver un cuadro o una película. Releer un libro. Pero este segundo de esplendor, este cuerpo en el pináculo de su despedida, este instante justo, sin sobrantes que en su mismo devenir desaparece para quedar solo condensado en el residuo de un recuerdo, este ultimo momento que vivirá lo que viva nuestra memoria es la razón de la belleza, porque es belleza Per se. Una belleza viva y muerta, un instante que condenado, fugaz, predestinado al fin, brillara sin mas luz que la propia el tiempo que dure su candor. No sabe si llorar, no lo hace el momento a pasado ya. No toca nada (aunque lo desea) apenas le corre el pelo de la cara el rubor ya no esta, abandona la escena cabizbajo desde aquella primera vez ya van 5 y aquel primer rubor sigue sin repetirse, sabe que jamás volverá pero esta condenado a morir en el intento al menos hasta que lo atrapen.
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