La palabra justa, la palabra respaldada por actos, por hechos, una palabra que no se la lleve el viento, que no caiga en la ignorancia, que no deje en el olvido el dolor y el recuerdo de todos aquellos que sufrieron. Esta palabra buscaba el poeta en su peregrinar hacia la muerte, esa palabra buscamos los jóvenes Argentinos hoy. Una palabra que no claudica, que no sabe de amenazas, ni de temores. Una palabra que se levanto de entre las demás palabras para forjar desde la desidia, desde la mentira, desde la oscuridad una lucha, una cadena de verdades, una amalgama de voluntades conjuntas que busca como transición la justicia hacia un fin mayor.
Una palabra que circula, de boca en boca, una palabra que germina en una idea, en una suma de voluntades, una idea que crece, florece y cuya diáspora poco sabe del terror, de la intimidación, de la muerte. Una palabra que acepta su destino, que camina firme y orgullosa hacia su final sabedora de que este es tan solo el comienzo, consciente de que la palabra justa debe ser respaldada, que el fin último así lo reclama. Una palabra que se alza de entre los jóvenes que ya no están y los que ya no son tan jóvenes, una palabra que busca forjar una idea en los que desconocen la verdad pero la intuyen , entre los que vagan confundidos por la neblina del pasado, escuchando los ecos del presente, una palabra que a cada golpe de martillo busca en las entrañas de la tierra las estrellas. Una palabra faro, una voz hecha de mil voces, un grito sin miedo que se impone sobre los cobardes, sobre los traidores, sobre los asesinos un grito que nos llega dulce a los oídos así como un arrullo y que nos dice hace ya 30 años: Nunca mas, nunca mas.
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